24 ene 2009

La revolución cubana: Cinco décadas de agresiones

De la Rosa Blanca a la USAID

Jean-Guy Allard

De la misma forma en que la CIA encargó, en enero de 1959, al padre del congresista Lincoln Díaz-Balart la creación del primer grupo terrorista que intentó derrocar a la Revolución cubana, la Inteligencia yanqui permanece con su misma obsesión, 50 años después, orientando millonarias operaciones de desestabilización bajo la cobertura de su desprestigiada agencia de ayuda humanitaria, la USAID.

Hombre de confianza de la Inteligencia norteamericana en la cúpula del régimen sanguinario de Fulgencio Batista, Rafael Díaz-Balart creó su organización con la asesoría de un "team" de asesinos célebres de la dictadura.

Esa primera, de una interminable sucesión de "iniciativas" de la CIA para acabar con la Cuba soberana, se caracterizó por una serie de complots macabros como el atentado del 22 de septiembre de 1960, en Nueva York, en el cual muere una niña de 9 años, Magdalena Urdaneta, víctima de una bomba.

Increíblemente, en agosto de 1959, a sólo unos meses de la toma del poder por los revolucionarios, cuando aún Washington no podía recurrir al pretexto del "comunismo" para difamar a Cuba, se desencadena desde el cuartel general de la CIA la primera campaña terrorista de desestabilización del proceso revolucionario.

Muy pronto, aviones procedentes de EE.UU. realizan contra la Isla misiones de infiltración de agentes, de transporte de armas y explosivos para la realización de actos de sabotaje y otras acciones terroristas.

El 21 de octubre de 1959 —¡la Revolución apenas tiene 10 meses!—, un bimotor ametralla La Habana y provoca varios muertos y decenas de heridos. El 22, un tren de pasajeros es ametrallado desde otro avión pirata en la provincia de Las Villas.

De las agresiones generadas durante 50 años por la diabólica maquinaria yanqui de agresiones "irregulares" se pudiera escribir una enciclopedia.

Desde la elaboración del "Programa de Acción Encubierta contra el Régimen de Castro", aprobado el 17 de marzo de 1960 por el presidente Dwight D. Eisenhower, hasta la reunión convocada por la USAID el 14 de mayo último sobre la distribución de los 45 millones asignados por Bush para la subversión en Cuba, son miles las acciones de todo tipo generadas por el dispositivo anticubano de la CIA y demás agencias que se dedican a la guerra sucia.

Acciones terroristas, sabotaje, creación de bandas armadas, preparación de grupos mercenarios, agresiones biológicas y hasta el aliento planificado a la deserción y a la emigración ilegal, además de los cientos de complots para liquidar físicamente a líderes o representantes del proceso revolucionario cubano, no hay límite a la guerra salvaje que se desencadenó a partir de los primeros minutos del triunfo de la Revolución.

La eliminación de Fidel Castro es específicamente "recomendada" tan temprano como el 11 de diciembre de 1959 por el coronel J.C. King, entonces jefe de los asuntos del hemisferio en la CIA, en un memorando secreto dirigido al director de la Agencia, Allen Dulles. Literalmente cientos de intentos para asesinar al líder cubano siguieron observándose, sin ninguna interrupción, a todo lo largo de estos 50 años, por todos los medios incluyendo algunos absolutamente alucinantes, fruto del cerebro enfermo de los sicópatas de la Compañía.

Joya de esta histeria imperial, el "Proyecto Cuba", presentado el 18 de enero de 1962 por el general de brigada Edward Lansdale al Grupo Especial Ampliado del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, enumera por escrito 32 tareas de la guerra sucia que se encarga a la CIA y demás agencias que conspirarán dentro de la llamada Operación Mangosta (Mongoose).

Desde la invasión mercenaria de Playa Girón, derrotada en 72 horas por la muy joven Revolución cubana, hasta la campaña de atentados en La Habana en 1997, dirigida desde América Central por Luis Posada Carriles bajo las órdenes de la Fundación Nacional Cubano Americana, fachada de la CIA, se sitúan cientos de asesinatos, atentados, secuestros, desapariciones y operaciones genocidas que sólo ilustran la intensidad de las obsesiones anexionistas del poder imperial.

En octubre de 1961, el inspector general de la CIA, Lyman Kirkpatrick, en un informe donde valora el porqué del fracaso de Playa Girón, confirma: "De enero de 1960, cuando contaba con 40 personas" la estación antiCuba de Miami "se expandió a 588 para el 16 de abril de 1961".

Poco después, la entonces llamada estación JM/WAVE se convierte en la más importante base de los servicios de injerencia clandestina con miles de hombres, en su gran mayoría de origen cubano y con un nivel de complicidad criminal con la dictadura derrocada.

Reclutados paralelamente a Playa Girón, con el Escuadrón de la Muerte conformado bajo el nombre de Operación 40, Luis Posada Carriles, Orlando Bosch, Frank Castro, Félix Rodríguez Mendigutía, Guillermo Novo, Gaspar Jiménez y demás crápulas conformaron luego una tropa de elite de una CIA determinada a eliminar del continente a los militantes de izquierda.

Mientras Posada se dedica a torturar y desaparecer a jóvenes rebeldes en Venezuela, como jefe de operación de la policía política designado por la Agencia, Félix Rodríguez y otros mercenarios manejan la operación de contrainsurgencia donde se captura y asesina cobardemente a quien hoy continúa siendo símbolo de una América Latina soberana y de las esperanzas de sus pueblos, Ernesto Che Guevara.

Entre las manifestaciones más cínicas surgidas en el curso de los años del uso de mercenarios cubanoamericanos en estos planes de dominio no sólo de Cuba sino del continente, aparecerá en 1976 la Coordinación de las Organizaciones Revolucionarias Unidas, la CORU, producto de la unificación manejada por la CIA de grupos terroristas llamados "autónomos" que se encargará de un extenso plan de sabotajes y de operaciones terroristas.

La CORU realizará decenas de acciones desde Canadá hasta Argentina —en apoyo al dictador fascista Pinochet y al Plan Condor— bajo la dirección de la misma pandilla de viejos colaboradores de la CIA. Entre sus hazañas está el sabotaje en pleno vuelo a un avión civil cubano que provoca la muerte de 73 inocentes.

Desde la entrada ilegal del terrorista en territorio de EE.UU. en el 2004, el caso de Luis Posada Carriles ha sido constantemente plagado por falacias y mentiras, un procedimiento que corresponde a técnicas de la Inteligencia norteamericana.

De la misma forma que encubre a sus matones sin la sombra de una noción de ética, la Agencia y sus semejantes han desarrollado de manera permanente, en el mundo entero, operaciones de desinformación destinadas a ensuciar a Cuba a través de la difusión de falsas informaciones y de calumnias groseras. Ha penetrado con ese objetivo importantes medios de comunicación; ha establecido mecanismos subterráneos de sabotaje de las operaciones comerciales y bancarias de la Isla, de desvío y robo de fondos cubanos, de intimidación y amenazas de sus interlocutores, de corrupción de funcionarios vinculados a intercambios con Cuba.

Manipuló, con un cinismo característico los medios policíacos y judiciales de la Florida, para lograr la condena de cinco cubanos infiltrados en los grupos terroristas generados por sus propios mecanismos y manejados por sus colaboradores, tales como Alpha 66, la Brigada 2506 o Hermanos al Rescate.

La CIA manipula el famoso Anexo secreto del Plan Bush de Anexión de Cuba, mientras orienta el uso de los 45 millones de la USAID dedicados a acabar con la Revolución, gracias a agentes del nivel de Frank Calzón y Frank Trujillo que se hicieron ricos con el dinero de la contrarrevolución. De la misma forma que veteranos de la Operación 40 se convirtieron en caciques del narcotráfico, no sin un fraternal empujón de ese mismo aparato.

A través de la USAID y del personal de inteligencia de la representación diplomática estadounidense en La Habana, la CIA ha construido su red mercenaria de informantes remunerados y de opositores asalariados —según técnicas afinadas en Europa del Este— que conforman una fauna folklórica de figuras puestas a disposición de corresponsales complacientes de agencias extranjeras.

Desde Marta Beatriz Roque —"que los yanquis invadan a Cuba, me da lo mismo"— hasta las Damas de Blanco asociadas a Michael Parmly y al desprestigiado Camaján, se busca distorsionar en la prensa de las oligarquías globalizadas la imagen de la Isla.

Un Isla que ha resistido estos 50 años de ataques por parte de los sucesivos cabezones de Langley y que ha logrado desmentir todos los catastróficos pronósticos que anunciaban, ya desde 1959, que la caída de la Revolución era "una cuestión de meses".


La Habana, 30 de diciembre de 2008

Disponible en:

http://www.granma.cu/espanol/2008/diciembre/mar30/2agresiones.html

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